El descuartizado de aguacates toma la palabra: Mi mujer Me casé con una gruñona. Mi mujer no sabe hablar y escuchar mucho menos, solo sabe gruñir, protestar, maldecir y lo peor es, que es el fruto de su frustración y amargura. Nuestro matrimonio es un desastre. Mi cascabelito, que es como yo la llamaba, se ha convertido en un cencerro que atrona constantemente en mi cabeza. La verdad es que no he sabido hacerla feliz, nos casamos demasiado jóvenes, no podíamos aguantar la presión familiar, queríamos más libertad. Por mi no me hubiera casado, yo no creo en el matrimonio, ya lo dice el refrán, te casaste y acabaste, pero ¡A ella le hacía tanta ilusión!, además a mi me cuesta mucho rebelarme, me dejo llevar fácilmente. Eduardo desparramado en el sofá, escuchó los pasos apresurados de Teresa, su mujer, subiendo las escaleras y el resoplido en el descansillo. Seguro que ya había subido las bolsas de la compra, ¡Esta mujer no tiene espera! El estaba leyendo en el Marca como ...
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